📘 قراءة كتاب F iacute sicos contempor aacute neos y la existencia de Dios أونلاين
El hecho que Dios exista o no, no es, como tal, parte del
estudio de ninguna ciencia empírica, natural o social. Pero los
hechos, o lo que a veces se asume son los hechos de las ciencias
naturales, especialmente la física y la biología, son con frecuencia
interpretados para apoyar un punto de vista u otro. Este no es, por
lo tanto, un documento sobre física, sino acerca de la relación entre
la física y la interrogante acerca de la existencia de Dios. Más
específicamente, es principalmente una crítica islámica racional a
las maneras en que los ateos modernos intentan enfrentar el
desafío propuesto por la teoría del Big Bang. No trata sobre las
pruebas positivas de la existencia del Creador; tan solo prueba la
invalidez de los argumentos usados para apoyar el ateísmo.
Uno de los principales argumentos invocados en apoyo de una
forma u otra de ateísmo, ha sido siempre el argumento de que el
mundo, o alguna parte de él, es eterno y, como tal, no necesita un
Creador. Es así como, algunos pensadores griegos creían que los
cuerpos celestiales, especialmente el sol, eran eternos. El
argumento principal de uno de ellos, Galeno, era, de acuerdo con
Al-Ghazali, que este ha tenido el mismo tamaño de manera
continua por eones y eones, un hecho que muestra que este no es
perecedero, pues si lo fuera, habría mostrado signos de deterioro,
lo cual no hace. Al-Ghazali dice que no es un buen argumento
porque:
Primero: nosotros no aceptamos que la única manera de que
una cosa puede perecer es por deterioro, el deteriorarse es solo una
forma de perecer; pero no es improbable para algo perecer
súbitamente mientras está en su forma completa. Segundo: incluso
si aceptamos que no hay perecimiento sin deterioro, ¿de dónde
sabe él que este no sufre ningún deterioro? Su referencia a
registros de observación no es aceptable, porque sus cantidades
[las cantidades conocidas por ellos] son conocidas solo
aproximadamente. Entonces, si el sol, el cual se dice que es ciento
setenta veces o más el tamaño de la tierra1
, fuera a disminuirse por
cantidades del tamaño de las montañas, esto no sería evidente ante
los sentidos. Entonces, él puede estar deteriorándose y puede haber
decrecido por cantidades del tamaño de montañas o más, pero los
sentidos no pueden percibir esto...” (Al-Ghazali, 126).
La conjetura de Al-Ghazali de que el tamaño del sol pudiera
estar disminuyendo fue, como podemos ver ahora, una rara
clarividencia de lo que la ciencia probaría más tarde. Los
científicos ahora nos dicen que el sol de hecho se deteriora, pero
mucho más de lo que él pensó, y que éste finalmente perecerá.
La cantidad de energía liberada por el sol es tal, que la masa
del sol está disminuyendo a razón de 4.3 billones de kilogramos
por segundo. Sin embargo, esto es un tan pequeña fracción de la
masa del sol, que el cambio es difícilmente perceptible...
1 Nosotros sabemos que esto es definitivamente más. La masa del sol es 333.000
veces la de la tierra, y su radio es 109 veces el radio de la tierra.
Se cree que nuestro sol tiene cerca de 4.5 billones de años, y
continuará probablemente su actividad actual por otros 4.5 billones
de años más (Wheeler, 596).
Si los cuerpos celestes no son eternos, qué es entonces lo que
es eterno, ¿las sustancias de las que esos cuerpos están hechos?
Pero los físicos han descubierto que estos están hechos de
moléculas. ¿Entonces, son las moléculas las que son eternas? No,
porque éstas están hechas de átomos. ¿Qué hay acerca de los
átomos? Una vez se creyó que ellos eran indivisibles, y que eran,
como tal, la materia inmutable de la cual toda clase de formas
pasajeras de cosas materiales estaban hechas. Esto parecía, en
últimas, ser la base sólida sobre la cual erigir el ateísmo moderno.
La ciencia continuó avanzando, sin embargo, y continuó con su
avance avergonzando a los ateos. Pronto fue descubierto que los
átomos no eran constituyentes eternos, últimos, sólidos e
inmutables de la materia como se creía que eran. Como cualquier
otra cosa, también son divisibles, están constituidos por partículas
subatómicas las cuales a su vez son divisibles en constituyentes
incluso más pequeños. ¿Hay un fin para esta divisibilidad? Nadie
lo sabe; pero incluso si lo hubiera, esto no sería de ninguna ayuda
para los ateos, pues la ciencia no solo ha mostrado que los átomos
y sus constituyentes son divisibles, sino ha destruido la división
entre materia y energía. Es así como cada pedazo de materia, sin
importar lo pequeño que sea, no solo es teóricamente sino también
prácticamente transformable a energía, y viceversa. El resultado
final es que ya no queda ningún existente real al cual uno pueda
apuntar y decir con seguridad: “Esto ha sido siempre como es
ahora, y continuará siéndolo así para siempre”.
Ese descubrimiento debió, por sí solo, ser suficiente para
despejar toda esperanza de anclar el ateísmo en la eternidad de la
materia. Si no lo hizo, la teoría del Big Bang con certeza lo hará.
Fue esta teoría la que le dio el golpe final a la eternidad de
cualquier parte del universo. ¿Por qué?
Los cosmólogos creen que el Big Bang representa no solo la
aparición de la materia y la energía en un vacío preexistente, sino
la creación del espacio y el tiempo. El universo no fue creado en
espacio y tiempo; el espacio y el tiempo son parte del universo
creado. (Davies, 123)
El más grande malentendido acerca del Big Bang es que éste
empezó como un trozo de material en alguna parte del vacío del
espacio. No fue tan solo la materia la que fue creada. Entonces, en
el sentido de que el tiempo tienen un comienzo, el espacio también
tiene un comienzo. (Boslouh, 46.)
En el principio no había nada, ni el tiempo ni el espacio ni las
estrellas ni los planetas ni las rocas ni las plantas ni los animales ni
los seres humanos. Todo salió del vacío. (Fritzch, 3)
La pregunta de la existencia o la no existencia de Dios no es,
como ya dijimos, el asunto de ninguna ciencia empírica. Pero los
científicos son seres humanos. No pueden evitar pensar acerca de
las implicaciones vitales, aunque no científicas, de sus ciencias.
No pueden incluso evitar tener sentimientos hacia esas
implicaciones.
Jasrow dice acerca de Einstein:
Él estaba perturbado con la idea de un universo que estallaba,
porque ello implicaba que el mundo tuvo un comienzo. En una
carta a De Sitter, Einstein escribió: “Esta circunstancia de un
universo que se expande me irrita”... Este es un lenguaje
curiosamente emocional para una discusión de algunas fórmulas
matemáticas. Yo supongo que la idea de un comienzo en el tiempo
molestaba a Einstein por sus implicaciones teológicas. (Jasrow,
29.)
Gastro cita reacciones similares de otros científicos, como
Eddington, quien dice que “la noción de un comienzo es
repugnante” para él (122), y atribuye esta reacción emocional al
hecho de que ellos no “conciben el pensamiento de un fenómeno
natural que no pueda ser explicado” 2
, y comenta sobre tales
reacciones de científicos diciendo que ellas proveen:
... una interesante demostración de la respuesta de la mente
científica –supuestamente una mente muy objetiva– cuando la
evidencia descubierta por la misma ciencia lleva al conflicto con
los artículos de fe en nuestra profesión. Resulta ser que los
científicos se comportan en la forma que el resto de nosotros lo
hace cuando nuestras creencias están en conflicto con la evidencia.
Nos irritamos, pretendemos que el conflicto no existe o lo tapamos
con frases sin sentido. (Jasrow, 15-16.)
Si la materia, el tiempo y el espacio, todos tuvieron un
comienzo, la pregunta que naturalmente viene a la mente es:
¿cómo llegaron a ser? El Corán nos dice que si una persona no
cree en Dios entonces no puede explicar cómo llegó a ser nada, a
menos que dé una de tres explicaciones insostenibles:
a. o dice que esto fue creado por la nada, es decir, que
simplemente apareció de la nada.
b. o que se creó a sí mismo,
c. o que fue creado por algo que también fue creado.
Dirigiéndose a los ateos, el Corán dice:
“¿Acaso surgieron de la nada [sin Creador] o son ellos sus
propios creadores? ¿O crearon los cielos y la tierra? En verdad no
tienen fe [para darse cuenta de la verdad]”. (Corán 52:35-36)
El Corán no está diciendo que los árabes, a quienes se dirigió
de hecho, creían que las cosas fueran creadas por la nada, o que se
crearon ellas mismas. Ellos con certeza no reclamaron que ellos
fueron los creadores de los cielos y la tierra; ninguna persona sana
Una evaluación islámica crítica sobre las ideas de algunos físicos contemporáneos.
سنة النشر : 2013م / 1434هـ .
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