📘 قراءة كتاب La ense ntilde anza de la oraci oacute n أونلاين
Alabado sea Dios, único y eterno, que jamás engendró ni
fue engendrado y es incomparable.
Lo alabo y le soy agradecido, a El pido indulgencia y guía.
La paz y las bendiciones de Dios sean con el mejor de su crea-
ción y el más selecto de sus mensajeros y profetas (Muham-
mad), predicador a la verdad y al camino recto, su prole
inmaculada, sus compañeros virtuosos y quienes le siguen en
la virtud hasta el día final.
Realmente me hace feliz presentar de vez en cuando una
nueva edición de esta pequeña obra (Aprendizaje de la ora-
ción) con la que Dios me honró al escribirla y redactarla
didácticamente, y me concedió el éxito para difundirla entre
la gente, que alcanzase su aceptación, fuera recibida con
agrado y me concedieran muchas de ellas -en mi presencia y en
mi ausencia- muchas de sus imploraciones benditas.
Gracias a Dios -El es el merecedor de las alabanzas- por
sus gracias, mercedes y generosidad. A El pido que sea acep-
tada y es mi deber con los lectores ser agradecido e implorar
por ellos, por haberme animado y por sus benditas implo-
raciones.
La aceptación que ha tenido este libro entre la gente es un
indicio de buena nueva y merece ser agradecido al Dios de
los mundos, puesto que guio a la gente a su adoración y les
favoreció para su obediencia con la comprensión del signifi-
cado de la oración y su realización de forma legítima.
La oración es el más firme y sólido de los vínculos del
Islam, su pilar y el símbolo de la religión, la bandera de los
timoratos y la vestimenta de los siervos de Dios virtuosos. Los
orantes son los soldados de Dios en la tierra, glorifican los
ritos de Dios y perseveran en su obediencia con su continua
práctica de la oración. Obtendrán las escalas supremas en el
seno del Señor de la tierra y los cielos; ellos son los salvados,
la comunidad esperada para hacer victorioso el Islam y com-
batir por su causa para elevar su palabra, liberar su tierra,
alzar su estandarte y hacer retomar su esplendor al universo
de nuevo.
Rogamos a Dios que nos convierta en uno de ellos, favo-
rezca a los musulmanes para adorarle, para pedir su indul-
gencia, obtener su complacencia y luchar por su causa.
Dios es el mejor protector y el mejor sostén. Alabado sea
Dios, Señor de los mundos.
LA ORACION ES EL PILAR DE LA RELIGION
Lo que ha adquirido notoriedad por boca de cada musul-
mán y está profundamente enraizado en su corazón, es que la
oración es el pilar de la religión. Ciertamente es así, pues se
dispuso como límite entre el Islam y lo que no lo es.
El Islam no le ha dado esta cualidad ni hecho el pilar de la
religión ni su grado supremo, sino a causa de su excelso lugar,
su majestuosa consideración y su gran importancia acerca de
Dios y su Apóstol. Dios, bendito y exaltado sea, nos ha orde-
nado guardar su asidua observancia:
«Observar las plegarias y especialmente las de la
tarde, y consagraos fervorosamente a Dios». (S. 2. a. 238).
El Apóstol de Dios, la paz y las bendiciones de Dios sean
con él, dijo:
«Lo primero por lo que el hombre deberá rendir cuentas
el día de la resurrección será por la oración. Si es válida,
toda su obra lo es; si es defectuosa toda su obra lo es».
Dios ha hecho de la oración el camino de la victoria, la
prosperidad, la felicidad y el éxito, en la vida presente y en la
futura, diciendo, exaltado sea:
«Por cierto que prosperarán los creyentes, que son
sumisos en sus oraciones». (S. 23, a. 1 y 2).
La oración correctamente ejecutada en el recogimiento y
la sumisión, ilumina el corazón, instruye el alma y enseña al
siervo las normas de la sumisión y los deberes divinos hacia
Dios, honorable y majestuoso sea, lo que hace que se enraice
en el corazón del practicante la majestuosidad de Dios y
su grandeza.
Adorna al individuo y le embellece con las virtudes más
sublimes, como la sinceridad, la fidelidad, el sentirse satisfe-
cho con lo que Dios le da, la lealtad, la longanimidad, la
modestia, la justicia y la benevolencia. Eleva al orante y le
dirige exclusivamente hacia Dios. Refuerza así su senti-
miento de que Dios le está observando, y por su temor ante El
hace que se eleven sus aspiraciones y se purifique su espíritu.
Se aleja así de la mentira, la traición, el mal, la perfidia, la
cólera y la prepotencia y se eleva por encima de la injusticia, la
agresividad, la vileza, la prevaricación y la desobediencia.
Se verifica así lo que ha dicho Dios, exaltado sea, a propósito
de la oración:
«Ciertamente, la oración preserva de la obscenidad y de
lo ilícito; y el recuerdo de Dios es mayor aún; porque,
Dios sabe lo que hacéis».
La oración comporta una imagen exterior y un espíritu. Su
imagen exterior es la adoración de los miembros y su espíritu
es la adoración del corazón; esto es, una gimnasia espiritual y
corporal, que ilumina el carazón y el rostro del practicante
con las luces divinas y por ella se eleva su espíritu, que es el
vínculo entre el siervo y su Señor.
El hecho de practicarla es uno de los mayores signos de la
fe y el más significativo de los ritos religiosos; es la prueba más
evidente del agradecimiento a Dios por sus incontables gra-
cias. Su descuido es una ruptura con Dios y privarse de su
misericordia, de su desbordante gracia y de su benevolencia
ilimitada. Es, también, una negación de su generosidad y
merced.
La oración correcta es el remedio eficaz de los males del
corazón y de la corrupción del alma, así como la luz que disipa
las tinieblas de los pecados y las culpas.
Abu Hurayrah, Dios esté complacido con él, dijo: Escu-
ché del Apóstol de Dios, la paz y las bendiciones de Dios sean
con él:
Pensáis que quedaría alguna suciedad en alguien,
ante cuya puerta pasa un río, en el que se baña cinco
veces al día?”
Ellos dijeron: “Ciertamente no quedará nada de su su-
ciedad"
El dijo: “Es como las cinco oraciones, con las cuales Dios
borra todos los pecados”».
En la oración se manifiesta la justicia y la igualdad.
Cuando el almuédano llama: “Venid a la oración, venid a la
prosperidad” , esta llamada está dirigida a quienes, entre
cuantos le escuchan, deben observar la oración. Entre ellos se
encuentra el rico y el pobre, el grande y el pequeño, el príncipe
y el simple ciudadano. Una vez reunidos se disponen de pie,
con el mismo rango, sin distinción ni discriminación, pues
todos son siervos de Dios que se han reunido en un mismo
suelo para evocar a Dios humildemente recogidos delante de
El, en una de las casas de Dios.
«Las mezquitas son de Dios, no invoquéis, pues, a
nadie junto a Dios». (S. 72, a. 18).
Se mantienen de pie detrás de un solo Imán orientados
hacia la dirección de la Caaba. Adoran a un solo Señor, que no
tiene asociado alguno, humildemente recogidos y sumisos,
temiendo el tormento de Dios y esperanzados en su misericor-
dia. Sin duda alguna, descienden sobre ellos las gracias des-
bordantes de su Señor y son envueltos por las misericor-
dias divinas.
«Invocadle con temor y esperanza; porque, la misericor-
dia de Dios está muy cerca de los bienhechores». (S.
7, a. 56).
Este es un compendio de la enseñanza de la oración. Lo he escrito al sentir la necesidad perentoria de tal obra y haber percibido una tendencia loable entre muchos adultos y jóvenes hacia la religión verdadera y el mensaje eterno de Dios. Sienten dentro de ellos mismos la necesidad de practicar los deberes religiosos, particularmente la oración que es la piedra angular del islam, así como su sólido pilar.
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